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Es bastante popular esa creencia falaz de que la verdad, el éxito o la felicidad están ocultos en nuestro interior y que sólo tenemos que descubrirlos para ser personas plenas. Pero yo creo que la verdad está ahí fuera, aunque sólo podamos observarla desde nuestra limitada perspectiva. Y la verdad sobre nosotros mismos también está, en su mayor parte, ahí fuera. Fuera de nuestro ego psicológico.

Y creo que el conocimiento de esa verdad sobre nosotros mismos debe ser abordado como la exploración de un territorio desconocido, que conviene que sea cartografiado con la voluntad de ofrecernos el mejor mapa posible con el que poder orientarnos dentro de nuestra psicología.

Pero el conocimiento por sí mismo no nos hará tener más éxito o ser más felices. Y, sin embargo, el conocimiento seguirá siendo una de las mejores herramientas disponibles para el desarrollo personal en todas sus facetas. Y para servirnos de esta herramienta no hace falta inventar nada nuevo. Podemos servirnos de una de las mejores metodologías epistemológicas desarrolladas a lo largo de nuestra historia: el escepticismo científico.

Primero, la duda. Dudar de nuestras propias ideas sobre nosotros mismos supone la llave para abrir de par en par las puertas del autoconocimiento. Segundo, la exploración de la mano de la hipótesis y la experimentación, con humildad intelectual. Y, por último, asumir la provisionalidad de toda conclusión, que debe ser falsable y revisable. Así, nuestro autoconocimiento huirá de esa falaz ilusión de control y perfección a la que nos dispone nuestra psicología.

En esta búsqueda de conocimiento, nuestro mayor enemigo será el autoengaño, que se servirá de nuestra sed de sentido y certidumbre. El autoengaño nos tranquilizará con una visión completa y definitiva. Incluso una visión negativa de uno mismo se puede apoyar en este autoengaño. Preferimos saber con una falsa certeza que somos malos antes de asumir que desconocemos quienes somos de verdad.

¿Cómo podemos superar la desesperanzadora incertidumbre de nuestra imperfección y nuestro desconocimiento? Mediante la otra herramienta imprescindible que debe acompañar a la metodología epistemológica de la ciencia: el amor. El amor a nosotros mismos en su sentido más básico y elemental. La autoestima pura.

De la misma forma que cuando amamos a alguien de verdad asumimos sus imperfecciones y limitaciones, cuando nos amamos a nosotros mismos podemos llegar a aceptarnos como seres incompletos. Es muy difícil enfrentarnos al descubrimiento de nuestras propias verdades desconocidas si no lo hacemos con la voluntad de abrazar amorosamente nuestra propia realidad. El amor es nuestra mejor herramienta para huir de la falacia de la perfección y evitar criticarnos o atacarnos a nosotros mismos y a nuestras imperfecciones.

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