Hoy amanece por primera vez en 2014.
Ayer anocheció por última vez en 2013.
Anoche, en familia, entre viandas y copas, compartía una reflexión, una pregunta: ¿qué es lo que cambia cuando cambia un año? ¿Qué diferencia hay entre ayer y hoy? ¿Entre los postres de nochevieja y la copa de champagne de año nuevo? ¿Qué cambia entre el último segundo de 2013 y el primero de 2014?
Para una planta o un animal, es otra noche más de invierno superada, sobrevivida. Para el universo, que la insignificante gota de hierro fundido en la que vivimos haya dado otra vuelta más a esta estrella mediana, del montón, a la que llamamos «astro rey», no parece afectarle demasiado. El devenir de los acontecimientos que, sucediéndose unos tras otros, forman ese etéreo fantasma al que llamamos tiempo, sigue su curso impertérrito.
Y, sin embargo, algo se mueve dentro de nosotros cuando, en nuestra imaginación compartida, cambiamos un número, para dejar de vivir en un pasado e irrecuperable 2013 e introducirnos en un nuevo y por estrenar 2014.
Nada cambia y, al mismo tiempo, todo cambia.
Nuestra corteza cerebral que, superando nuestros primitivos y salvajes cerebros heredados, nos ha cubierto de un manto de abstracción racional, crea mundos en nuestra imaginación para vivir en ellos. 2014 es uno de esos mundos, un territorio inexplorado, con un potencial infinito. 2014 es una utopía, una promesa. Porque no se puede vivir en un número, aunque nuestra vida se sirva de ellos para cubrir la humana necesidad de poner orden en un mundo de caótica incertidumbre.
Y, sin embargo, ¡qué imprescindible y necesaria es esta renovación anual! Nos hace falta sacudirnos un año pasado para mirar adelante con ilusión renovada y hacer de este nuevo ciclo un ideal, un sueño por conseguir, un objetivo que guíe nuestros pasos.
Nada ha cambiado en esta pasada noche, excepto dentro de nosotros mismos, donde nos hemos hecho la promesa de darle una vuelta más a esta estrella que, día tras día, noche tras noche, marca los ritmos de los tiempos, las rutinas y los ciclos de una humanidad que afronta de nuevo el reto de hacerse dueña de su tiempo y ser capaz de acercar un poco más los ideales de nuestra imaginación a las realidades de nuestro mundo.
Te auguro un año lleno de vida, libertad, felicidad y amor.