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Ayer estaba en la Academia Socrática ayudando a unas estudiantes de bachillerato a preparar un examen de economía. El tema trataba sobre los sistemas económicos y el principal problema era la comprensión de unas características completamente descontextualizadas de los aspectos históricos y políticos que las configuraron. Y revisando la influencia que habían tenido los países europeos atrapados entre los bloques comunista y capitalista para crear un sistema mixto, desarrollado de distinta forma en distintos países, llegamos a la actualidad, hablándoles sobre cómo podrían hacerse responsables del futuro sistema económico de su propio país, ejerciendo su influencia de distintas formas.

En pocos años tendrían la oportunidad de votar, pudiendo elegir entre distintas variaciones sobre el modelo mixto, algunas más cercanas a la economía de mercado, y otras a la planificación estatal. Pero también les hablé sobre la capacidad que tendrían de poder implicarse políticamente y hacerse responsables de la realización de las iniciativas económicas que quisieran defender. La cuestión no fue a más porque la prioridad del momento presente seguía siendo aprobar el siguiente examen. Pero esta situación me hizo reflexionar sobre cómo ayudar a los jóvenes a aumentar su círculo de influencia.

¿Qué capacidad tiene un jóven de influir sobre el sistema económico de la sociedad a la que pertenece? Aparentemente ninguna, de hecho, si hiciéramos la misma pregunta para cualquier adulto, la respuesta sería probablemente la misma. Es cierto que podemos votar distintas opciones políticas, pero en la actualidad, parece que la economía ha dejado de ser una opción democrática y los acreedores del estado tienen mayor capacidad de influir sobre la economía nacional que los propios ciudadanos. A lo mejor esta situación es más aparente que real y la economía sigue estando en manos de quienes toman decisiones día a día con el uso que dan a sus recursos, pero genera una sensación de impotencia individual que desmotiva a la hora de implicarse en la creación de soluciones, lo que alimenta el círculo vicioso en el que la reacción habitual es esperar a que vengan otros a darle forma a nuestro sistema económico.

Pero, si bien es cierto que desde la individualidad nuestra capacidad de influencia económica llegará hasta donde lleguen nuestros recursos, capitales o productivos; también es cierto que desde el ejercicio del liderazgo, en el contexto de la colectividad, podemos ofrecer alternativas a la actual configuración del sistema. ¿Por qué frenar nuestra capacidad de ejercer una mayor influencia, si con ella podemos ofrecer soluciones tanto para nuestros propios problemas como para los de otras personas?

Pero volviendo a la cuestión principal, ¿hay algo que puedan hacer los jóvenes para influir en el sistema económico? Mi respuesta es rotúndamente afirmativa. ¿Cómo? Conociéndolo. El principal factor que permite ampliar el círculo de influencia es el conocimiento, la consciencia. Luego es necesaria la acción, pero esta llega en segundo término. En mi opinión, este conocimiento ha de implicar la cuestión más importante sobre la que a los jóvenes tienen que tomar consciencia: que pueden influir, que pueden participar en la configuración del mundo en el que viven, y no tienen que resignarse a aceptar como inmutable una realidad que es el resultado de la suma de innumerables acciones individuales.

Si quieremos formar a ciudadanos comprometidos con su futuro, es importante ayudarles a comprender que el presente es el resultado de una historia protagonizada por personas que, con sus acciones transformaron el mundo que se encontraron como resultado histórico de sus predecesores. A esto no ayuda la asepsia conceptual y la corrección política de algunos libros de texto, pero como dice José Antonio Marina, al niño lo educa toda la tribu. Entre todos podemos ayudar a que los jóvenes sean más conscientes de su capacidad de influencia y ejerzan un mayor liderazgo en el futuro.