Cada día conduzco por uno de los tramos de carretera más peligrosos del país. En el trayecto de la N-IV que une Los Palacios con Dos Hermanas se han producido muchos accidentes. En varios de ellos se han visto implicados varios familiares míos, de los que uno murió el año pasado.Y yo mismo tuve un accidente que estuvo a punto de costarme la vida. Cada día paso más de una vez por el mismo sitio donde un día me quedé dormido al volante, chocando frontalmente con un camión cisterna.
En muchas ocasiones lamento las imprudencias que cometen algunos conductores en este tramo, ya sea por desconocimiento de la peligrosidad del mismo o por falta de responsabilidad. En un caso u otro, su inconsciencia les pone en peligro de muerte a ellos y los inocentes que tengan la mala fortuna de ser víctimas de un homicidio involuntario.
¿Pero acaso no podemos hacer nada?
Obviamente, se pueden mejorar las circunstancias. El desdoble de la vía o la apertura de la autopista son soluciones válidas, retrasadas por cuestiones económicas, con un alto coste humano. Pero, mientras se consigan estos objetivos, se puede ser más consciente de las acciones propias, e intentar influir en las de los demás. Vivir despiertos, con el libre ejercicio de la conciencia, es la mejor manera (si no la única) de poder mejorar nuestras vidas y las de los que nos rodean.
¿Acaso no es así en cualquier otro ámbito de la vida? ¿Cuántas veces no nos habremos descubiertos viviendo medio dormidos? Si al final dormir viene a ser como estar muerto, la vida inconsciente es una especie de muerte en vida que nos hace avanzar por el camino a rastras y trompicones, con mayor probabilidad de herir a las personas que nos rodean. Andar por ahí como un muerto viviente no es vida. Y en ocasiones, las heridas que podemos provocar a nuestro alrededor son fatales.
Hoy te quiero pedir un favor. Cada día, cuando cojas el coche para ir, o para volver, haz algo para desactivar el piloto automático y conducir tu vida, y la de los que te rodean, con conciencia y responsabilidad.