Transcribo a continuación la charla con la que participé ayer en El Patio del Parnaso:
Buenas noches.
Antes que nada, quisiera agradecer al Patio del Parnaso la generosidad de ofrecerme este tiempo y espacio para compartir mi pensamiento. Para mí es una oportunidad para seduciros, para enamoraros, para convenceros y venceros como haría Don Juan. Todo acto de comunicación es intencional, y sería deshonesto por mi parte aparentar que lo que voy a hacer no deja de ser en el fondo una forma de propaganda, de divulgación de unas ideas con las que pretendo cambiaros, sembrar la semilla de una transformación personal, aunque luego sea cada uno de vosotros el que tenga que regar esa semilla.
No puedo decir que sea un experto en emociones. Todavía me queda mucho que aprender. Pero llevo trabajando con ellas algún tiempo. Primero como publicista, sabiendo que es imposible persuadir sin camelarse a vuestro hemisferio derecho. Ahora como coach, comprobando, con cada persona diferente que trabajo, que no se puede conseguir un cambio efectivo, sea en el ámbito que sea, sin trabajarlo en su dimensión emocional. Hoy voy a hablaros de dos emociones: amor y miedo.
Si hubiera que reducir las emociones a su esencia, tendríamos un ying y yang formado por estas dos caras de la moneda que somos cada uno de nosotros. Amor y miedo.
Cuando Álvaro me planteo que la temática de esta jornada serían los “Amores y desamores bajo la luna de Don Juan” creí que podría ser interesante hablaros de los Círculos del Amor y del Miedo. De hecho, sería posible incluso servirme del mito del “Burlador de Sevilla” para ejemplificar ambos paradigmas.
Los círculos del amor y del miedo, son círculos en tanto que son esquemas, herramientas intelectuales para ayudarnos a comprender un proceso emocional que se realimenta a sí mismo en ciclos. Pero también son círculos en tanto que espacios metafóricos, universos emocionales, respecto a los cuales uno puede estar dentro o fuera. Para muchas personas, el mayor reto al que se enfrentan a la hora de conseguir una mejora significativa en su vida es pasar del círculo del miedo al círculo del amor. Yo suelo decir que hay una fuerza más poderosa que la de la gravedad, la del hábito, la costumbre, y sobre todo las malas costumbres. No se pretende que la ruptura con un ciclo que puede haber estado repitiéndose durante años sea fácil. Pero, en ocasiones, es imprescindible para hacer posible un cambio real en una persona.
Me gustaría que, sirviéndonos de nuestra imaginación, sigáis mi dedo para dibujar un círculo en el aire. Éste va a ser el círculo del miedo. Vamos a resumir el recorrido que hace este círculo en tres puntos. Y vamos a empezar por el conflicto.
El conflicto puede ser una necesidad insatisfecha, la usurpación de nuestra libertad, la ocupación de nuestro territorio, el rechazo de otra persona. El conflicto sería cualquier situación, cualquier condición, contraria a nuestro objetivo; por decirlo de otra manera, aquello que nos aleja de la persona que queremos ser.
El círculo del miedo está basado en una mente egótica, del ego. Una mente del yo, el mío y el conmigo. En el círculo del miedo, ante un conflicto, la mente del ego persigue el control. El control es el segundo paso en este círculo. Entonces, buscamos la forma en la que debería cambiar el mundo para que fuera como debería ser. Y así llegamos al tercer punto del recorrido. El juicio. Lo juzgamos todo, y vamos declarando culpables a nuestro alrededor. Pero en la mayoría de los casos, el mayor culpable del conflicto somos cada uno de nosotros. Y nos culpamos de no haber controlado la situación, lo cual en sí mismo es de por sí un conflicto. O culpamos a otros, y generamos nuevos conflictos sobre los que deberíamos tener control. Control, juicio, conflicto. Conflicto: el mundo no es como quiero. Control: el mundo debería ser como quiero. Juicio: ¿quién tiene la culpa? ¿Tú? ¿Yo? ¿La crisis?
Ahora, volvamos a usar la imaginación para, siguiendo mi dedo, dibujar en el aire el círculo del amor. En este círculo, en vez de partir del conflicto, vamos a partir del perdón. No se trata de querer llegar al perdón, sino de empezar por él, en un camino circular que nos volverá a llevar al perdón.
El círculo del amor es el de una mente completa, que ha superado la inmadurez de una mente centrada exclusivamente en el ego. Para explicar esto me voy a servir de otro paradigma. Una vida completa pasa por tres etapas: dependencia, independencia e interdependencia. La mente completa, que da sentido al círculo del amor, es una mente interdependiente, que se reconoce formar parte de un sistema mayor que su propia individualidad.
Esta mente completa, que inicia su recorrido en el perdón, en vez de perseguir el control, lo que busca es el significado. Todo lo que sucede me está diciendo algo, tengo algo que aprender en cada situación que experimento. Y si no podemos controlar el mundo, tal vez sí podamos comprenderlo. De esa forma, del significado, pasamos a la aceptación, el tercer punto en este círculo del amor. La aceptación no es resignarse, la aceptación no es ceder, la aceptación es admitir, con una mente abierta, la realidad tal como se nos presenta, tal como hemos llegado a comprenderla después de buscar su significado. Y aceptamos el mundo tal como es, y aceptamos a los demás, y nos aceptamos a nosotros mismos. Y cuando ese mundo que aceptamos tal como es, no es el mundo en el que nos gustaría vivir, no juzgamos, no culpamos. Entonces es cuando perdonamos al mundo, perdonamos a los demás, nos perdonamos a nosotros mismos. Y en este círculo del amor, en este proceso emocional, encontraremos unas condiciones favorables para hacer lo que esté en nuestra mano para cambiar el mundo, para cambiar a los demás y para cambiarnos a nosotros mismos.
Los círculos del amor y del miedo, podrían ser el fundamento de una metáfora perfecta del cielo y el infierno. La cultura cristiana no ha ayudado mucho en este sentido. En el cristianismo se confunden ambos círculos y se mezcla el perdón con el juicio, la aceptación con la culpa, la penitencia con la expiación. La iglesia ofrece un mensaje contradictorio. Y el arte responde con la creación de un mito que profundiza en esta cuestión. Pero, por aquellos siglos, bajo el gobierno de la iglesia, Don Juan vuelve a confundirnos.
Con dieciséis años, tuve la oportunidad de experimentar a Tirso de Molina en mis propias carnes, representando El vergonzoso en palacio. Entonces pude comprobar la profundidad psicológica de la que Tirso dotaba a sus personajes. Suponiendo que esta profundidad psicológica se fundamentara en una mentalidad muy avanzada para su época, me atrevo a poner encima de la mesa una hipótesis. ¿Es posible que con El Burlador quisiera Tirso hacer que nos cuestionásemos la validez de esperar el perdón en un juicio final (“cuán largo me lo fiais”) y convencernos de la importancia de aprender a perdonarnos a nosotros mismos en el presente? ¿Es posible que fuera una crítica radical al dogma imperante en su época como facilitador de un libertinaje que sería validado por la intervención divina, bulas y prebendas mediante?
El miedo es una emoción destructora, como Don Juan, que viviendo como si fuera independiente del mundo que le rodea, destruye el amor a su paso. Su ejemplo puede servirnos como antítesis y como reflexión.
Muchas gracias.