Hace muchos años, a mis doce o trece años, leí El Alquimista, novela de Paulo Coelho, por recomendación de uno de los mejores profesores que he tenido. Fue uno de los libros más importantes de mi vida, pero prácticamente había olvidado el argumento y sólo había quedado el poso de la sabiduría, transformada por el tiempo y las experiencias durante todo este tiempo.
Hace poco volví a leerlo y fue un descubrimiento sorprendente lo pertinente y actual que me resultaba. Con los años, la visión sobre la misma historia ha sido muy diferente, y el aprendizaje mucho mayor.
Comparto un fragmento que me resultó especialmente interesante:
-Mi corazón es traicionero -dijo el muchacho al Alquimista cuando pararon para dejar descansar un poco a los caballos-. No quiere que yo siga adelante.
-Eso es una buena señal -respondió el Alquimista-. Prueba que tu corazón está vivo. Es natural que se tenga miedo de cambiar por un sueño todo aquello que ya se consiguió.
-Entonces, ¿para qué debo escuchar a mi corazón?
-Porque no conseguirás jamás mantenerlo callado. Y aunque finjas no escuchar lo que te dice, estará dentro de tu pecho repitiendo siempre lo que piensa sobre la vida y el mundo.
-¿Aunque sea traicionero?
-La traición es el golpe que no esperas. Si conoces bien a tu corazón, él jamás lo conseguirá. Porque tú conocerás sus sueños y sus deseos, y sabrás tratar con ellos. Nadie consigue huir de su corazón. Por eso es mejor escuchar lo que te dice. Para que jamás venga un golpe que no esperas.
Si donde pone corazón decimos mente, veremos que sirve igualmente. Desde la perspectiva del coaching, el corazón sería la mente inconsciente, la parte sumergida del iceberg de nuestro pensamiento. Lo más importante de este texto es que nos explica de una forma muy clara que la solución no es dejarse llevar por el corazón, sino escucharlo y entenderlo, porque él siempre querrá salirse con la suya.
Este corazón sería la mente animal a la que Eduardo Punset hace referencia cuando habla de que nuestro cerebro ha evolucionado para sernos útiles hace 20.000 años, protegiéndonos de las amenazas de una vida salvaje prácticamente inmutable, pero que en un mundo en constante cambio, ofrece unas limitaciones y carencias importantes.
En conclusión, escucharse a uno mismo es importantísimo, pero no tanto para hacerse caso, sino para vernos venir y no sentirnos traicionados por nosotros mismos.